La fotografía de Olaf es una mezcla de
fotoperiodismo y estudio, aproximándose en su visión fotográfica
a LaChapelle entre otros. Su alumbramiento al
panorama internacional de la fotografía ocurrió en 1988 a raíz de su serie
“Chessmen” por la que fue galardonado con el primer premio en la “Young
European Photographer Competition”. Tras este premio le siguió una exposición
en el Museo Ludwig de Colonia, Alemania. Desde entonces a continuado explorando
los territorios de las cuestiones de género, la sensualidad, el humor y la
desesperación en sus series fotográficas.
La obra de Erwin Olaf genera grandes adhesiones y
también fuertes rechazos, estos últimos debidos sobre todo a su manera directa
y explícita de abordar temas como el sexo, el deseo, la belleza y la violencia,
una libertad y desinhibición que en su caso siempre han ido acompañadas de una
incisiva crítica de la hipocresía social, los tabúes, la doble moral o el abuso
consumista; en definitiva, todo aquello que la sociedad contemporánea todavía
acostumbra a ocultar o enmascarar aun a sabiendas de que ocupa un espacio
esencial, no sólo en nuestras vidas, sino en la propia estructuración de
nuestra sociedad. Lo curioso es que esta posición, desarrollada en su trabajo
artístico, coexista, en el caso de Erwin Olaf, con una destacada
trayectoria como fotógrafo de publicidad.
Existe, no obstante, una unidad de estilo que recorre su
obra. La provocación, la fantasía, el erotismo, la sátira y el humor están
presentes en todos sus trabajos, servidos por una producción visual muy
sofisticada y una depurada ambientación. Los referentes visuales que impregnan
sus imágenes tienen orígenes muy diversos, pero perfectamente ensamblados,
desde la pornografía a la moda, pasando por la historia de la pintura, la
contracultura, el pop o el cine de autores como David Lynch y Brian
de Palma.
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